Fotografo: Karen Lopez
Cuenta la historia de fe del pueblo de Barranco, que a mediados del siglo XVIII, un grupo de pescadores que solían transitar por el barranco que llevaba al mar, contemplaron admirados una extraño resplandor que se desprendía de una cruz. Este acontecimiento los volvió más devotos.
Con el tiempo, ese sitio se convirtió en un lugar de oración, donde un humilde panadero llamado Caicedo erigió allí una ermita en agradecimiento por haber escuchado sus plegarias de salvarle la vida a su esposa, la cual sufría una enfermedad terminal. Aproximadamente en el año 1805, un antiguo párroco del pueblo de Surco, Pedro Bernardino de Villalta, decidió asumir la responsabilidad de cuidar el culto en la ermita.
El sacerdote Gaspar Abregú se empeñó en ampliar el santuario añadiendo dependencias a la pequeña iglesia. Con los años la ermita pasó a manos de Manuel de la Fuente Chávez, quien se abocó a mejorar la situación y gracias a él se renovó el techo de la sacristía y se amplió la iglesia, incluyendo un pequeño cementerio adyacente.
Por desgracia sobrevino la guerra, y en su avance hacia Lima el ejército chileno saqueó la pequeña población del Barranco e incendió por completo la iglesia y sus dependencias. Meses más tarde, aquel año de 1881, Fuente Chávez comenzó la reconstrucción de la ermita .
En 1901 Fuente Chávez pidió la creación de la parroquia de la Santísima Cruz., la que llegó a concretarse el 12 de diciembre de 1903. Puede afirmarse que es una parroquia con raíces de santidad por sus tres primeros sacerdotes: Villalta, Abregú, y Fuentes Chávez.
Pasaron muchos años para que la comunidad católica de Barranco recibiera la feliz consagración de su nueva iglesia, por parte del arzobispo Juan Landázuri, el 1 de junio de 1963. Hoy los fieles barranquinos continúan firmes en su fe y orgullosos de su gran tradición.